miércoles, 6 de febrero de 2008
Placer, amor, un universo benigno y generoso, su mirada como cielo se abrió al punto de hacerme adorar la más remota sombra asfáltica. Diez mil o por qué no, cien mil estrellas en su espalda: comprometidas una con la otra en procesión alegre, familias enteras, nacimientos, muertes: estrellas encaladas en sus muslos.
Digna fue esa noche, digna fui al no correr a sus rodillas en estos meses para implorar regreso. Ambición, esperanza, orgullo, mentira, falsedad, llanto, bruja o fantasma, no lo sé, fémina dicen.
Soy una Ausente que juega a sostenerse la vida en su fino carácter de mortal.
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